Papanatismo

Un vocablo que incluyo en mis lúcidos textos, a poco que tengo ocasión, es este de «papanatismo». Viene a ser como aquello del genial Berlanga y el imperio austro-hungaro. Para el que tenga curiosidad, repasad, repasad todo lo vertido aquí negro sobre blanco y puede que acabéis siendo algo más lúcidos e incluso, tampoco es descartable, mejores personas. El caso es que si acudimos a la (¿Real?) Academia de la Lengua, de este inefable reino de España, nos encontramos con la siguiente definición, bastante concisa, para el término de marras: «actitud que consiste en admirar algo o a alguien de manera excesiva, simple y poco crítica». Y es que uno cree que, desgraciadamente, el papanatismo es una actitud o disposición demasiado extendida, lo que explica con seguridad que el personal acabe creyendo toda suerte de estupideces. Ojo, que uno admite que puede que para otros, con un imaginario vital más que cuestionable, la propia creencia en la posibilidad de una sociedad anarquista puede ser también algo más bien necio. Allá ellos. Desde luego, mientras el papanatismo esté tan extendido trabajo no nos va a faltar para que este mundo sea algo un poco más digno.

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Europa y la contienda electoral

Hoy, al parecer, hay otra convocatoria electoral en este inefable país llamado Reino de España. Esta vez, creo, es para elegir representantes para las instituciones políticas de la vieja y mezquina Europa. Voy a ver si me entero bien, que ya me vale esto de ser un lúcido ácrata de tics nihilistas que anhela un mundo donde, al menos, no le empujen a uno a ser un patán y/o un miserable. Por lo que veo, derecha y ultraderecha (no observo tantas diferencias como para usar prefijo, pero bueno) están muy creciditas, la socialdemocracia (eso tan voluble) se mantiene, el centro nadie sabe lo que es y la santa izquierda tiende a menguarse. Fijémonos, como curiosidad antropológica, en la propaganda con la que nos han inundado los diversos partidos concurrentes. Diré, en primer lugar, que las principales fuerzas que cortan el bacalao, desde ambos polos del (supuesto) espectro ideológico, han enviado a cada hogar una escueta carta llena de buenas intenciones junto a la lista electoral que, según me han contado, hay que introducir en la urna (no sea que alguien no encuentre el papelito en el colegio al que acuda o se muestre indeciso, ¡vaya usted con la lista en la mano como el botarate que es!). Empiezo por la derecha oficial (o cobarde), que representa el Partido Popular, que manda una carta adornada con un marco en el que puede verse una manifestación con, por supuesto, banderas rojigualdas; no hace falta mucha materia gris, ni nociones de diseño gráfico, para comprobar que la fotografía no daba para mucho y han tenido que clonar, con suma torpeza y muy poco vergüenza, trozos de fotografía con enseñas y seres humanos para abarcar lo que ocupa un simple folio (no creemos que el electorado habitual de esta gente se haya percatado, es lo que tiene la alienación producida por las banderas nacionales).

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