Tiempos posmodernos (y, luchemos por ello, también libertarios)

Fue el bueno de Fernando Fernán Gómez, reconocido ácrata, el que aseveró algo así como que, dado el fracaso de todas las políticas gubernamentales él apostaba por una sociedad en la que no mandara nadie. Bien por Fernando. Y es que el anarquismo ha sido objeto de tanta distorsión y marginación, que nosotros seguiremos insistiendo en estos tiempos tan aparentemente malos para la lírica que son los posmodernos. Para muestra, la continua afirmación interesada sobre que el desarrollo de la modernidad ha quedado marcado por dos corrientes políticas y filosóficas: socialismo y liberalismo. Sin embargo, contradiciendo esa simplificación, el sociólogo Christian Ferrer asegura que podrían ser tres las ideas de aspiración emancipatoria: liberalismo, marxismo y anarquismo. El que suscribe considera que es mucha la distancia que separa la filosofía libertaria de la doctrina marxista, mientras que en su comparación con las ideas liberales los anarquistas no podían aceptar bajo ningún concepto que la libertad política y la justicia económica fueran irreconciliables. A menudo, se consideró al anarquismo la rama liberal del socialismo, pero particularmente considero que ha ido, y obviamente seguirá yendo, mucho más allá de ser una corriente socialista. Uno de los motivos por los que aposté por el anarquismo es por, además de buscar la emancipación colectiva, tener una fe inquebrantable en la autonomía individual, así como en el criterio y la responsabilidad de cada persona en un contexto libre y solidario.

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Siniestras fronteras, inicuos Estados

2023 ha sido uno de los años más mortíferos en cuanto a la migración se refiere, 18 muertes diarias. La ruta Atlántica, en dirección a las Islas Canarias, y partiendo de lugares tan lejanos como Mauritania, Senegal o Gambia, se ha convertido en la más letal del mundo. Se ha denunciado que una de las causas de tan tremenda mortalidad es el control migratorio en el que los Estados ponen el foco, por encima de cualquier otra motivación humanitaria. Los medios de búsqueda y rescate, o no se activan, o se hacen ya demasiado tarde provocando la tragedia. Los migrantes se convierten así en mera piezas sacrificables sobre el tablero, según los intereses de los poderes establecidos. Y es que, como en tantas otras cuestiones, las instituciones que deberían ser garantes de derechos se convierten en todo lo contrario en la práctica. La Convención de eso que sirve para tan poco, que son las Naciones Unidas, establece que los países deben colaborar para proteger las vidas de las personas. Se dirá que ciertos gobiernos del tercer mundo se desentienden de sus poblaciones migrantes, lo cual no deja de ser cierto, pero es que se ha señalado también al Estado español, que usualmente presiona para que los rescates los efectúen otros países, aunque no tengan ni los medios ni la voluntad de hacerlo.

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Nuestros hermanos portugueses

Tengo un amigo, que aboga por algo que él llama Unión de Repúblicas Ibéricas; creo que no, no le añade lo de Socialistas, pero por ahí van los tiros. Incluso, sostiene sin rubor que los anarquistas en el pasado, o al menos algunos de ellos, estaban también en esa línea. No puedo evitar que una mueca escéptica se dibuje en mi rostro ante semejante afirmación, pero bueno, al fin y al cabo los ácratas llamaron a su organización específica Federación Anarquista Ibérica. Es posible que pudiera haber una línea de entendimiento con los libertarios si estuviéramos hablando de un verdadero sistema federal, con autonomía de cada grupo, plena solidaridad entre ellos, profundización en la democracia y una economía autogestionada. No, nada de eso se produjo en la llamada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, a pesar de tener una estructura federal de boquilla, la población era presa de un feroz centralismo. Pero, vayamos con nuestros hermanos portugueses, a los que habría que preguntar si quieren formar parte de una estructura social y política junto a este inefable país (llamado, hasta nueva orden, Reino de España). Acaban de celebrarse unas elecciones en el país vecino, donde, para horror de la progresía, ha ganado la derecha y ha subido, notablemente, la extrema derecha.

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Nuevo (y necesario) contrato social

Una de las grandes esperanzas para el género humano ha sido la revolución llevada a cabo en Rojava por el publo kurdo, que se ve muy influencia por las ideas del libertario Murray Bookchin y su ecología social: el sistema económico se basa en una economía autosuficiente a través de cooperativas y el respeto al medio ambiente mediante un uso de los recursos económicos de una manera sostenible y eficiente. Hace ya más de una década que la región proclamó su autonomía respecto al Estado sirio, pero no esperéis encontrar excesiva información en nuestros inicuos medio oficiales. A pesar de la constante amenaza de leviatanes autoritarios, y con una voluntad de hierro, recientemente, los pueblos del norte y este de Siria, han logrado promulgar una nueva versión del Contrato Social. De esa manera, se incide en la ecología, la economía y justicia sociales, así como en los principios del confederalismo democrático. No somos los ácratas, a veces con un talante excesivo, muy amigos de constituciones, ni de sistemas de barniz democrático, pero ningún problema con dotar a conceptos pervertidos de un nuevo carácter semántico. Al fin y el cabo, la democracia debería ser de verdad el gobierno del pueblo o, si se quiere, la gestión social, política y económica por parte de las personas afectadas.

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