Johann Kaspar (Stirner) y el único

Cada vez que me flaquean las piernas y me entra la lejana tentación de creer en alguna estupidez abstracta, me siento a releer El único y su propiedad, aquella obra tan reivindicable del bueno de Max Stirner publicada en el lejano 1845 y, sin embargo, más actual que nunca en la tercera década ya del siglo XXI. Recordaremos que para esa fecha solo habían pasado unos escasos años desde que Proudhon le diera un significación positiva al término anarquía y todavía quedaba bastante para que pudiera hablarse, como tal, del movimiento anarquista. Y, ojo, Stirner nunca se llamó a sí mismo anarquista, ni seguramente le podamos considerar específicamente como tal, pero los que más le han reivindicado, reeditando una y otra vez su obra, han sido precisamente los ácratas; al menos, parte de ellos, ya que otros libertarios no lo han visto con tan buenos ojos. Y, en un primer vistazo, no resulta extraño ese rechazo, ya que hablamos de un tipo que abandera una suerte de nihilismo, según el cual cada ser humano debe abandonar toda causa general en beneficio de su propia personalidad. Pero, veamos, por qué me resulta tan atractivo su pensamiento y por qué debería gustar a todo libertario con algún tic nihilista (no sea que asome, sin pretenderlo, la sombra del dogma).

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Aguirre, la iniquidad sonrojante

Anda gran parte del persona soliviantado porque la abiertamente repulsiva Esperanza Aguirre ha soltado, creo que en un acto organizado por la derecha de este inefable país en el reciente aniversario de aquella malograda Segunda República, que la culpa de la Guerra Civil Española la tuvo el Partido Socialista. Por supuesto, algunos no sabemos de qué diablos se sorprenden, ese argumentario fue el sostenido por los adláteres del franquismo, pervirtiendo lo bueno que se había hecho, y es el que mantienen en la actualidad algunos pseudohistoriadores mal llamados revisionistas fechando el comienzo del conflicto en la Revolución de Asturias de 1934. Cierto es que, usualmente, las figuras de la diestra hispana no lo usan de manera clara, pero sí de modo tácito en el único lugar donde triunfó manu militari una forma de fascismo. Por supuesto, Esperanza Aguirre, sin necesidad alguna a estas alturas de guardar las formas, sobrada de soberbia, y seguramente más inicua que necia, es capaz de espetarlo sin asomo de vergüenza alguna. Desgraciadamente, la distorsión sobre la historia reciente de este inenarrable país, recuperado en la Transición como Reino de España, no tiene fin.

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El espeluznante peligro anarquista (y, ojo, nihilista)

Habitualmente, los ácratas nos lamentamos sobremanera de que las anarquistas son las ideas y prácticas sobre las que se han vertido mayores falsedades, y visto lo visto es posible que no lo suficiente. El caso es que uno, propenso a la indignación y presto a dar batalla a poco que se presente, se niega a acostumbrarse a esos numerosos embustes arrojados de manera continua sobre la historia de un movimiento que ha buscado, desde sus inicios, eso tan bello que es la conciliación entre la emancipación individual y la colectiva. Si embargo, por lo que veremos a continuación, esa ignominia no se reduce el pasado y es algo que al parecer llega hasta estos, si cabe, todavía mayores confusos tiempos en los que el sistema globalizado busca enemigos una y otra vez para mantener al personal distraído y temeroso. No me preguntéis por qué, pero recientemente cayó en mis manos un ejemplar de El Mundo, es posible que el rey de los diarios mendaces en este inefable país llamado Reino de España. El caso es que una entrevista a doble página de un fulano anglosajón, director de algo descrito como un think tank (sea lo que sea eso), provoca que un escalofrío recorra mi cuerpo, indecisa mi pobre persona al no saber muy bien a qué emoción corresponde, al ser titulada de la siguiente manera: «Temo un ataque cíber o biológico de un grupo terrorista anarquista».

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Nuevas agresiones policiales (sí, pleonasmo)

Recientemente, se ha difundido un vídeo en el que puede comprobarse cómo dos agentes de la policía nacional agreden violentamente a dos hombres negros, que en ningún momento se les ve mostrar resistencia alguna. Puede verse a uno de los maderos inmovilizar a una de estas personas por el cuello y todos sabemos cómo acabó una situación parecida en Estados Unidos, pero esta vez hablamos del barrio de Lavapiés en la capital de este inefable Reino de España. Mientras el tipo le axfisia, su compañero golpea al detenido en la pierna con la porra y no tarda en arremeter contra el otro hombre, que se mostraba tranquilo pegado a una pared, golpeándole en la traquea. La actitud de los dos agentes, por lo que puede verse, es extremadamente violenta, aunque no una excepción, sencillamente esta vez ha quedado grabada en vídeo. Afortunadamente, a diferencia de los que todos lo justifican en nombre del «algo habrá hecho», vecinos de Lavapiés, hartos del hostigamiento policial, han denunciado este uso «excesivo» de la fuerza. Hay quien ha señalada lo intolerable de semejante actuación policial, que han tildado de racista, en un sistema «democrático», pero uno se pregunta si no es lo habitual en una sociedad jerarquizada y clasista.

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Tiempos posmodernos (y, luchemos por ello, también libertarios)

Fue el bueno de Fernando Fernán Gómez, reconocido ácrata, el que aseveró algo así como que, dado el fracaso de todas las políticas gubernamentales él apostaba por una sociedad en la que no mandara nadie. Bien por Fernando. Y es que el anarquismo ha sido objeto de tanta distorsión y marginación, que nosotros seguiremos insistiendo en estos tiempos tan aparentemente malos para la lírica que son los posmodernos. Para muestra, la continua afirmación interesada sobre que el desarrollo de la modernidad ha quedado marcado por dos corrientes políticas y filosóficas: socialismo y liberalismo. Sin embargo, contradiciendo esa simplificación, el sociólogo Christian Ferrer asegura que podrían ser tres las ideas de aspiración emancipatoria: liberalismo, marxismo y anarquismo. El que suscribe considera que es mucha la distancia que separa la filosofía libertaria de la doctrina marxista, mientras que en su comparación con las ideas liberales los anarquistas no podían aceptar bajo ningún concepto que la libertad política y la justicia económica fueran irreconciliables. A menudo, se consideró al anarquismo la rama liberal del socialismo, pero particularmente considero que ha ido, y obviamente seguirá yendo, mucho más allá de ser una corriente socialista. Uno de los motivos por los que aposté por el anarquismo es por, además de buscar la emancipación colectiva, tener una fe inquebrantable en la autonomía individual, así como en el criterio y la responsabilidad de cada persona en un contexto libre y solidario.

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Siniestras fronteras, inicuos Estados

2023 ha sido uno de los años más mortíferos en cuanto a la migración se refiere, 18 muertes diarias. La ruta Atlántica, en dirección a las Islas Canarias, y partiendo de lugares tan lejanos como Mauritania, Senegal o Gambia, se ha convertido en la más letal del mundo. Se ha denunciado que una de las causas de tan tremenda mortalidad es el control migratorio en el que los Estados ponen el foco, por encima de cualquier otra motivación humanitaria. Los medios de búsqueda y rescate, o no se activan, o se hacen ya demasiado tarde provocando la tragedia. Los migrantes se convierten así en mera piezas sacrificables sobre el tablero, según los intereses de los poderes establecidos. Y es que, como en tantas otras cuestiones, las instituciones que deberían ser garantes de derechos se convierten en todo lo contrario en la práctica. La Convención de eso que sirve para tan poco, que son las Naciones Unidas, establece que los países deben colaborar para proteger las vidas de las personas. Se dirá que ciertos gobiernos del tercer mundo se desentienden de sus poblaciones migrantes, lo cual no deja de ser cierto, pero es que se ha señalado también al Estado español, que usualmente presiona para que los rescates los efectúen otros países, aunque no tengan ni los medios ni la voluntad de hacerlo.

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Nuestros hermanos portugueses

Tengo un amigo, que aboga por algo que él llama Unión de Repúblicas Ibéricas; creo que no, no le añade lo de Socialistas, pero por ahí van los tiros. Incluso, sostiene sin rubor que los anarquistas en el pasado, o al menos algunos de ellos, estaban también en esa línea. No puedo evitar que una mueca escéptica se dibuje en mi rostro ante semejante afirmación, pero bueno, al fin y al cabo los ácratas llamaron a su organización específica Federación Anarquista Ibérica. Es posible que pudiera haber una línea de entendimiento con los libertarios si estuviéramos hablando de un verdadero sistema federal, con autonomía de cada grupo, plena solidaridad entre ellos, profundización en la democracia y una economía autogestionada. No, nada de eso se produjo en la llamada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, a pesar de tener una estructura federal de boquilla, la población era presa de un feroz centralismo. Pero, vayamos con nuestros hermanos portugueses, a los que habría que preguntar si quieren formar parte de una estructura social y política junto a este inefable país (llamado, hasta nueva orden, Reino de España). Acaban de celebrarse unas elecciones en el país vecino, donde, para horror de la progresía, ha ganado la derecha y ha subido, notablemente, la extrema derecha.

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Nuevo (y necesario) contrato social

Una de las grandes esperanzas para el género humano ha sido la revolución llevada a cabo en Rojava por el publo kurdo, que se ve muy influencia por las ideas del libertario Murray Bookchin y su ecología social: el sistema económico se basa en una economía autosuficiente a través de cooperativas y el respeto al medio ambiente mediante un uso de los recursos económicos de una manera sostenible y eficiente. Hace ya más de una década que la región proclamó su autonomía respecto al Estado sirio, pero no esperéis encontrar excesiva información en nuestros inicuos medio oficiales. A pesar de la constante amenaza de leviatanes autoritarios, y con una voluntad de hierro, recientemente, los pueblos del norte y este de Siria, han logrado promulgar una nueva versión del Contrato Social. De esa manera, se incide en la ecología, la economía y justicia sociales, así como en los principios del confederalismo democrático. No somos los ácratas, a veces con un talante excesivo, muy amigos de constituciones, ni de sistemas de barniz democrático, pero ningún problema con dotar a conceptos pervertidos de un nuevo carácter semántico. Al fin y el cabo, la democracia debería ser de verdad el gobierno del pueblo o, si se quiere, la gestión social, política y económica por parte de las personas afectadas.

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Pablo González y la miseria del periodismo en este inefable país

No, no soy justo al generalizar en el título, ha habido excepciones a nivel individual y algunos medios (los menos) en este inenarrable país, que sí se han ocupado y han denunciado lo que están haciendo con el periodista Pablo González en las prisiones polacas. Por otra parte, Reporteros Sin Fronteras sí ha pedido directamente la liberación de una persona detenida hace dos años, sin que se haya producido ningún juicio tras unas «graves» acusaciones de espionaje para Rusia, que tampoco se han sustentado de modo alguno. Recordaremos que González fue detenido pocos días después del comienzo de la agresión del ejecutivo ruso sobre la población ucraniana, en la localidad fronteriza de Przemyśl en Polonia; allí, se encontraba cubriendo el éxodo de ciudadanos ucranianos hacia territorio polaco. Para mayor ignominia, estamos hablando de un país de la Unión Europea y, en cualquier caso, resulta inadmisible que alguien esté encarcelado, en condiciones infrahumanas, durante dos años sin que haya trascendido prueba alguna contra él.

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Reflexiones sobre el purismo ideológico (sea lo que sea eso)

Cuando uno era (más) joven, ingenuo izquierdista plagado de ideales, sufría toda suerte de comentarios críticos por parte de ciertos (presuntos) sapiens a su alrededor. Me sorprendía comprobar que para algunos elementos, más bien conservadores y acríticos con el mundo que colocaban delante de sus ojos, si pertenecías al universo de la izquierda, debías hacer poco menos que voto de pobreza. De esa manera, de modo sorprendente, se convertía en cuestionable para según que especímenes la legítima aspiración que todo ser humano posee de tratar de bien mejor en un sistema, a ser posible sin jorobar al prójimo, aunque este magnífico que sufrimos, basado en la competencia y en la salvación individual, más bien lo propicie. Normalmente, el personal que realizaba esa pseudocrítica, en este inefable país donde ser «rojo» es a menudo un estigma, no estaba sobrado de capacidad intelectual e inclusive yo diría que moral. No obstante, todavía hoy me sorprende esa visión del mundo que aceptaba que los que pueden vivir estupendamente son, claro, únicamente los de derechas o simplemente los que renuncian a tratar de cambiar el estado de las cosas para una sociedad más justa (que es lo mismo que decir «más libre», pero para todos). Hay quien dice que es muy saludable rodearse de personas que piensan diferente, departir con ellas y tratar de ver otros puntos de vista, pero en algunos casos, yo lo siento, es para que se lo hagan mirar los que adoptan cierta percepción de la realidad. Aquel entrañable ser que uno fue, empachado de unas ideas izquierdistas que no se habían dejado aplicar correctamente en la historia, emprendió ya hace mucho tiempo el camino hacia el horizonte de la bella acracia. No obstante, ojo, que nadie dude de a qué lado de la barricada me encuentro, en este inefable país donde ganó manu militari la reacción, y tampoco me molesta demasiado que me sigan tildando de rojo según qué personas.

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